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Moverse en Tenerife

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Desplazarse en la isla de Tenerife es toda una odisea. La vetusta y escasa red viaria que la isla dispone desde hace décadas, porque cambios a mejor, poquitos y contados, imposibilita una movilidad rápida, cierta, segura y sostenible. Estamos en un territorio insular espantosamente desvertebrado, marcado y dividido en tres zonas, Norte, Metropolitana y Sur, aisladas, con una desconexión comunicativa que les hace vivir de espaldas.

Llevamos muchos años escuchando discursos políticos, de todos los partidos e ideologías, donde no se salva nadie, diciendo lo que van a ejecutar para solucionar el problema, tanto cuando están gobernando o en la oposición, que después se quedan en eso, propaganda de misto gastado, poca o con nula realización, nada creíble. Unos son más bonitos, otros esperanzadores, más allá aparecen los demagógicos y por todas partes pura ficción. La realidad es que las colas y atascos son la epidemia nunca curada y que, siguiendo igual, significa que estamos cada día peor.

La movilidad, ese desplazamiento, movimiento o traslado de un vehículo por una autovía, carretera o autopista, es uno de los grandes retos que tenemos que afrontar de forma contundente, con acciones viables y posibles, más la imprescindible ejecución de obra pública, siempre retardada y no con abundantes anuncios de proyectos, planificaciones o estudios, que siempre encuentran en su tramitación múltiples escollos, que se dilatan tanto en el tiempo, que nunca llegan a su término, porque con cada paso que se adelanta, simultáneamente aparecen múltiples pegas, que impiden su diligencia en un tiempo prudencial o por decirlo más llanamente con la paciencia todavía no agotada.

No podemos seguir únicamente con el vehículo privado e individual como forma habitual de traslado, aunque sin olvidar nunca que ofrece indudables ventajas de flexibilidad y autonomía. Hay que buscar alianzas con otros medios perfectamente sinérgicos como son básicamente el transporte público guiado, desde trenes, tranvías, guaguas o taxis, que ayudan bastante en la descongestión viaria, disminución de la contaminación y por supuesto, la tan temida y sufrida pérdida de tiempo, que repercute en nuestro convivir de una manera altamente maliciosa. La capacidad de pasajeros que pueden soportar, regularidad exigible y la velocidad a través de carriles exclusivos, incluyendo un menor menor impacto ambiental, dirigen las soluciones a los colapsos viarios en esa línea de pensamiento y trabajo.

La incorporación en la isla de un transporte público guiado potente, moderno, en todas sus variantes, significa tener y mantener una red bien planificada, sobre todo, con una esmerada facilidad de acceso para los usuarios, tanto en términos de ubicación de estaciones, como de conexiones con otros modos de transporte. Aunque hay que reiterar que el automóvil puede convertirse en un aliado del transporte público cuando se utiliza para cubrir los llamados primeros y últimos kilómetros del viaje y aquí aparecen los aparcamientos disuasorios junto a las estaciones de viajeros o en las periferias de los grandes núcleos urbanos.

La fluidez del tráfico rodado es imperiosa desde el punto de vista económico, su ausencia, significa perdidas empresariales muy cuantiosas, sobre todo, con una significación profunda en la pymes, microempresas y autónomos, que no tienen esa gran capacidad de respuesta financiera, para hacer frente a las inversiones que se pierden por estar paradas encima del asfalto en las temidas colas, que se producen casi a todas horas en lugares productivos y estratégicos de la isla.

La solución a los problemas de tráfico no pasa por prohibir el coche ni por depender exclusivamente del transporte público. La verdadera mejora de la movilidad viaria en Tenerife surgirá de la inteligente colaboración entre ambos sistemas, vehículo privado y transporte público.  

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