Matando a las empresas

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La estabilidad política es un pilar fundamental para el desarrollo económico sostenido y la inversión empresarial. Cuando un país, como está pasando actualmente en España, atraviesa situaciones de incertidumbre, por conflictos institucionales, rechazo frontal a los políticos, protestas sociales, inseguridad jurídica, polarización y frentismo exacerbado, las empresas trabajan en un entorno de dificultoso que impacta directamente en sus decisiones estratégicas, inversiones y competitividad.

Las empresas necesitamos marcos regulatorios previsibles para planificar a medio y largo plazo. Sin embargo, los cambios constantes en leyes fiscales, laborales o ambientales, impulsados por gobiernos inestables, poco consolidados o dependientes de alianzas precarias con otras fuerzas políticas para mantenerse en el poder, pueden generar costes inesperados y desincentivar nuevas inversiones. Este entorno precario de incertidumbre total obliga a muchas empresas a adoptar posturas defensivas, posponiendo decisiones clave o directamente retirándose del mercado, empujadas por la irresponsabilidad de gestores públicos que no saben lo que es la gobernanza de la cosa pública como servicio a la sociedad.

Esta anomalía repercute en el deterioro de la confianza de los inversores. Los capitales buscan seguridad predecible. Cuando un país presenta conflictos políticos permanentes o falta de diálogo institucional o desasosiego, se percibe como un lugar de alto riesgo. Esto puede traducirse en fuga de capitales, aumento del coste de financiamiento o dificultades para acceder a créditos. En sectores especialmente sensibles, como la construcción, energético, financiero o tecnológico el impacto puede ser aún mayor.

Otro aspecto relevante es el efecto sobre la seguridad jurídica de los contratos y la protección de la propiedad privada. En contextos de vaivenes, aumentan los temores sobre posibles expropiaciones, impagos, cambios unilaterales en las condiciones contractuales, arbitrariedades administrativas y la odiosa okupación. Este clima, en nuestro país, desalienta la entrada de nuevos agentes empresariales y llevan a un deterioro de su marca España. También se reciente el consumo interno. La fluctuación pública genera desconfianza en la ciudadanía, que tiende a reducir sus gastos y aumentar el ahorro ante el temor de una posible crisis económica. Esta contracción del consumo afecta a una ralentización de la actividad económica, generando distorsiones significativas y negativas en el empleo. 

La parálisis o bloqueo político retrasa la ejecución de proyectos o concesiones estratégicas, afectando perniciosamente a sectores estructurales como la construcción, la ingeniería civil o el transporte. Asimismo, en contextos donde hay una fuerte polarización, las decisiones gubernamentales pueden estar más orientadas a intereses partidistas o ideológicos, como está pasando ahora que, a la eficiencia económica, generando un contexto poco profesionalizado, que perjudica indudablemente la competitividad como país.

Las empresas también deben hacer frente a los efectos indirectos de la inestabilidad, como el aumento de la conflictividad social, huelgas, movilizaciones o desobediencia civil, que pueden alterar sus cadenas de suministro, dificultar la logística o incluso poner en riesgo la integridad de sus instalaciones y empleados. Es llevar a la calle la insensatez, el odio o la venganza. Ante este panorama, muchas empresas optan por desarrollar estrategias de lo que se denomina técnicamente, gestión de riesgos políticos, diversificando sus inversiones, contratando seguros específicos o incluyendo cláusulas de arbitraje o mediación en sus contratos. Sin embargo, ninguna medida es completamente eficaz si el entorno sigue siendo volátil e impredecible.

La inestabilidad política representa una amenaza peligrosa para el tejido empresarial. Afecta desde la gestión operativa hasta la estrategia corporativa de largo plazo.  Donde se construyen instituciones sólidas, se fomenta el consenso político a través del dialogo y la escucha, brotando un terreno fértil para el desarrollo empresarial. Por el contrario, donde se cae en la inestabilidad perpetua se pierde talento, inversión y competitividad.

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