Un libro conmemora el bicentenario del cementerio municipal de La Orotava

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El Cementerio Municipal de la Villa de La Orotava conmemora el bicentenario de su inauguración como lugar de enterramiento permanente de la localidad. Por lo tanto, se cumplen dos siglos de historia de este emblemático espacio cuyo nacimiento se encuentra indisolublemente vinculado al contexto socioeconómico de la época en que fue proyectado.

Con motivo de esta celebración, el consistorio villero y la empresa Canaragua publican un libro sobre esta temática y recoge balance de los hechos circunstanciales que rodearon la construcción del camposanto municipal y de la evolución morfológica experimentada por el mismo a lo largo de sus doscientos años de trayectoria, sin olvidar los valores históricos y estéticos que motivaron su declaración como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento, en el año 2005, ni las líneas maestras de la gestión actual del recinto por parte de la entidad Canaragua, concesionaria del servicio de mantenimiento y administración.

La publicación es obra del historiador José Maza y de Pablo Torres, gestor técnico municipal de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de la Villa de La Orotava, especializado en la protección y divulgación del Patrimonio Cultural de la localidad. Ambos participaron en el acto de presentación del libro junto al alcalde Francisco Linares, la concejala delegada de Patrimonio Cultural, Delia Escobar, y el representante de Canaragua, Antonio  Acosta.

El camposanto de La Orotava, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de monumento, posee actualmente 5.413 nichos: 2284 de enterramiento, 3.057 de restos y 72 osarios (de cenizas), y casi un centenar de panteones y enterramientos en suelo. Anualmente recibe más de 80.000 visitas, pero en estos días (Día de Todos los Santos y de los Difuntos) es cuando recibe la mayor afluencia de público.

El Cementerio de La Orotava fue inaugurado en 1823 y tiene la particularidad de haber sido diseñado por el conocido escultor orotavense y maestro de dibujo artístico Fernando Estévez, quien concibió la necrópolis al estilo romántico como un jardín. Hoy en día se conservan los panteones familiares de villeros notables como el del Marqués de la Quinta Roja o el de la familia Monteverde, entre otros. Las partes más antiguas de este cementerio son la capilla, la línea de panteones frente a ella, y todo el perímetro interior.

La capilla central atesora la puerta del santuario del Monasterio de las Claras de San José. Esta portada, que se trasladó íntegramente desde donde se ubicaba el citado monasterio (Casas Consistoriales), sufrió en los años 80 un lamentable incendio que, aunque no la destruyó sí le dejó huellas. Esta capilla central también fue diseñada por el maestro Fernando Estévez y está realizada con cantería del país.

El camposanto municipal, al igual que en otros municipios, nació a raíz de la necesidad de buscar espacio para enterrar a los numerosos fallecidos, fruto del natural incremento de la población y de no encontrarse ya sitio en las iglesias de la Villa. Así las cosas, se convirtió en una apremiante necesidad por motivos higiénicos, al ser cada vez más frecuente el tener que cerrar los templos para someterlos a procesos de desinfección.

El Cementerio de La Orotava ocupó un lugar destacado dentro de la lucha entre la Iglesia y la Masonería. No en vano, la autoridad eclesiástica de la isla lo declaró «profanado», tras ser enterrados en él los destacados masones José Nicolás Hernández y Diego Ponte del Castillo. Como consecuencia, durante los 24 años que duró la declaración, ningún representante de la Iglesia pudo entrar al cementerio para oficiar ningún tipo de acto litúrgico: acompañando el clero hasta la puerta que da entrada a un callejón que conduce al cementerio, en el que no pudo entrar por hallarse profanado. 

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